domingo, 16 de junio de 2019

La Fiesta de la Santísima Trinidad


En el principio...el espíritu de Dios se movía sobre las aguas. (Génesis 1, 1-2)

En el principio era el Verbo y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios.
(Juan 1, 1)

Cualquiera que me ama, observará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos mansión dentro de él.  (Juan 14, 23)

Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: El Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y éstos tres son una misma cosa. (1 Juan 5, 7)



En la Fiesta de la Santísima Trinidad, sería bueno meditar sobre los misterios de tan glorioso Señor, tanto por la fe, como por medio de la creación inteligentísima de nuestro Creador, que indudablemente demuestra que sí existe. Sabemos que hay un Dios que no tiene ni principio ni fin, sino que es.  Él es desde la eternidad, siempre Dios, sin principio ni fin, porque es eterno. Esto nos lo ha revelado Él mismo, pero ello también es lógico, ya que lo creado tiene un principio y no existe desde la eternidad y siempre está en movimiento. La creación misma no puede ser (y definitivamente no es) Dios.

En cambio, los misterios de la fe, en este caso específico, el misterio de la Santísima Trinidad, no es una verdad a la que llegaríamos de manera meramente natural: esta la creemos y confesamos como la verdad que es porque Dios mismo nos la ha revelado, y en verdad que es un gran misterio, ya que aunque estamos seguros de ello por la fe, nuestras mentes supremamente limitadas, en comparación con la inteligencia infinita y perfecta de nuestro Dios, no logran captar ni entender por completo sus misterios, los misterios de Dios, a quien ni el universo lo puede contener.



El misterio es este: Dios es uno en divinidad, esta divinidad es indivisible, dado que solo existe un único Dios. Pero ella, la indivisible divinidad, se comunica en Tres
Personas Divinas, que son Dios. Estas son: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es en estas Tres distintas Personas Divinas que confesamos que Dios es unidad en ellas. Y todas las Tres Personas son co-eternas y co-iguales en todo, cada una con sus respectivas propiedades: que el Padre es llamado tal ya que no es engendrado, sino que engendró dentro de la misma eternidad a su Unigénito, Jesucristo, que es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Y por eso se lo confiesa como el Hijo. Y por último, la Tercera Persona es el Espíritu Santo, que procede de ambos, del Padre y del Hijo, de su amor mutuo. Ninguna analogía o metáfora o símbolo le haría justicia a tan inefable verdad de Dios. Así es como entendemos a Dios: que adoramos su unidad en la trinidad, y a su trinidad en la unidad (Catecismo de Trento). 

Por eso son tan importantes la fe y la gracia divina, ya que es por ellas que podemos conocer a Dios, amarle y seguirle. Es a través de Su Iglesia, la que Él mismo fundó y protege de toda mancha y error, que tan bondadoso Padre nos ha revelado sus gloriosas verdades. Y por esto, y porque Él es el que es, Su Iglesia le alaba y bendice, glorifica y le da gracias hoy y por siempre.

¿Quien no podría amar a tan buen Dios, que nos creó y mantiene con su inefable Providencia, Sabiduría y Poder? Las señales de esto están en todos lados para quien las quiera ver, solo hace falta la gracia para hacerlo, la cual no muchos tienen, especialmente en estos momentos de la Gran Apostasía, donde la absoluta mayoría de personas están apartadas de la verdadera fe y, por consiguiente, de Dios.



Otra consideración que llega a la mente al reflexionar tan grandes misterios, es Nuestra Señora, que no es más que el Templo y Sagrario de la Santísima Trinidad. Ella es la Nueva Arca de la Alianza, ella es el cumplimiento y perfeccionamiento de la figura del arca pura de Dios en el Antiguo Testamento, que era la posesión más sagrada y temida, ya que en ella estaba la presencia de Dios. Ahora, de manera mayor y más perfecta, Dios mismo se hizo presente aquí en la tierra al encarnarse en la Santísima Virgen. Ella es en verdad hija del Padre, madre del Hijo y fidelísima y castísima esposa del Espíritu Santo. Y fíjense cuán Infinitamente Misericordioso es nuestro Dios, la Santísima
Trinidad, que juzgó como bueno y necesario crear a mujer tan pura, al dársenos a Sí mismo a través de ella y regalárnosla como Madre, Poderosa Reina y Abogada de los pobres pecadores. Lo que Dios tiene por naturaleza, María lo tiene por gracia (llena de gracia, gratia plena). Solo los herejes insensatos niegan esta verdad, que María, la creatura más pura y más perfecta, necesariamente nos conduce a Dios y a contemplar Su grandeza, pues Dios mismo lo dispuso así.

Por todo esto hermanos cristianos (y con cristianos me refiero solo a los católicos tradicionales que profesamos la verdadera fe íntegra e inmaculada, porque solo los católicos tradicionales somos los verdaderos cristianos), regocijémonos en este Santo día de nuestro Señor, Creador, Redentor y Paráclito: la Sant
ísima Trinidad.


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(Artículo no escrito por el editor del blog)