domingo, 9 de junio de 2019

Reflexiones sobre Pentecostés

En este Pentecostés celebramos otro año de la única verdadera Iglesia, fundada por Cristo mismo a sus 33 años, que permanece en un remanente fiel y permanecerá hasta que venga por segunda vez Nuestro Señor a juzgar al mundo entero. Porque Dios nos prometió que “las puertas del infierno [esto es, las lenguas mortíferas de los herejes] no prevalecerán contra ella”.

Quiero tomar este tiempo para compartir esta reveladora observación: el mundo actual ha perdido casi por completo - salvo por las pocas personas de buena voluntad y los elegidos - el Santo Temor de Dios, el mayor de los 7 dones del Espíritu Santo. Si los hombres tuviesen esta gracia, harían todo lo posible por no ofender al Padre Eterno. Pero este no es el caso en esta Gran Apostasía, en la cual virtualmente todos los hombres están envenenados por el respeto humano. 


Al estar como sus esclavos, bajo sus cadenas, ni siquiera dudan o titubean al ofender a Dios con tal de ser aceptados o alabados por los hombres. Que ciegos están los que se dejan llevar por el respeto humano, por la presión del grupo, como varios podrían llamarla. Que necedad es ante Nuestro Señor la sabiduría mundana, la sabiduría de los hombres. 


A muchos solo les importa avanzar y mejorar en los asuntos del mundo, tienen ambición de ser los mejores en todo: o en el estudio, o en el trabajo, o en las apariencias, y se empeñan solo en conseguir los mejores bienes materiales, dejando así de lado al único Dios verdadero y no enfocándose ni trabajando duro por ganar tesoros en el Cielo. Así muchos pierden sus almas y tristemente se condenan. 



¿A cuántas pobres almas se ha llevado ya el demonio y se seguirá llevando hasta el fin de los tiempos por este gran mal? A muchas, desgraciadamente. A la gran mayoría del mundo, sin lugar a dudas. ¡Despierten! Cuando mueran y se hallen ante el Justo Juez, ¿querrán que los condene, diciendo: “así como me negaste o me ofendiste por preferir a los hombres y su aprobación sobre la Mía, haciéndolos así tus dioses, así yo te niego ahora ante el Padre”? 

Pues cambien de vida, les digo. Ninguna medida que tomemos para salvar nuestra alma del fuego eterno y de estar eternamente separada de Dios sin poder verle ni gozarle, es “extrema”. ¡Cuántas almas de los réprobos son las que sufren eternamente los terribles remordimientos de conciencia al saber lo poco que debieron hacer para salvar sus almas y evitar su eterna desdicha! 

Dejen las malas compañías, los malos lugares, cualquier cosa que los ponga en ocasión de pecar y por consiguiente los haga condenar sus almas, ya no hay tiempo que perder: Cristo está cerca, y no hay nadie que pueda asegurarles ni una hora más de vida, menos una semana o un mes. Para la información que necesitan saber para salvar sus almas, por favor visiten: vaticanocatolico.com
(Artículo no escrito por el editor del blog).