domingo, 31 de marzo de 2019

La Tristeza


Monasterio de la sagrada familia (vaticanocatolico.com)



La tristeza es sentir el vacío e insensatez de algo de la vida, pero que no es capaz de identificar el por qué. La tristeza es una esperanza no realizada, es una meta no cumplida. La tristeza es la idea de nunca volver a ver más a alguien. La tristeza es el esfuerzo que se vuelve inútil, es pensar que la buena conducta en realidad no importa. La tristeza es estar en el aeropuerto y ver a toda la gente distinta, yendo todas ellas a sus caminos distintos, pensando que estas son gentes que nunca las ha visto antes y probablemente nunca las verá otra vez, dándose cuenta de lo vacío de sus vidas, la naturaleza cíclica de sus ocupaciones inútiles, reconociendo qué rápido, qué efímero, qué de breve vida son todos los viajes y todos los paseos de avión y todos los turismos.

La tristeza es preguntarse ¿cuándo llegará el cumplimiento? ¿esto es todo? ¿o acaso debo siempre estar planeando, trabajando o preparándome por algo mejor?

La tristeza es estar en una reunión familiar, y ver qué rápido pasan los años, es recordar aquellas memorias del pasado, tales como ciertas alegrías de la juventud, que ya nunca serán recuperadas o experimentadas; es descubrir que los años pasados parecen una vida diferente. Las personas dicen que la depresión aumenta cerca de la temporada de Navidad y en las reuniones familiares, eso se debe a que solo por esos días, esas personas que son cercanas a usted, están todas reunidas en un solo lugar. Cuando eso pasa, trae con ello una realización profunda del hecho de que se hace la misma cosa año tras año, las mismas risas pasajeras, y nunca llegan a un fin o a un cumplimiento.


La tristeza es darse cuenta de que el mundo nunca está feliz o satisfecho, sino que solo está distraído continuamente, al estar mirando lo que está por venir o reflexionando en lo que ya ha pasado. Poco después de que alguien termina de hacer algo, siempre se pone a mirar la próxima vez. El mundo nunca puede descansar en un estado pleno y contento de cualquier cosa, si alguien gana el campeonato debe ganar otro, si alguien gana una medalla de oro debe ganar otra, si alguien hace mucho dinero debe hacer más, si alguien gana una elección debe iniciar campañas y prepararse para la siguiente, si alguien logra un éxito o excelencia debe mantenerla, no puede descansar satisfecho. Se dice de Alejandro magno que durante su época había conquistado todo lo que él conocía ser el mundo, y que “cuando Alejandro vio la extensión de su dominio, lloró porque ya no había más mundos que conquistar”.

La tristeza es absolutamente el pensamiento de que alguien estará perdido para siempre en el mar, para siempre y siempre. La mayoría de la humanidad está infestada con la tristeza, de una manera u otra, pero ellos la distraen temporalmente cada día; lo hacen en que escuchan música continuamente, donde no se les permite ni siquiera un momento para pensar o reflexionar sobre lo que es importante y lo que perdura. Ellos se dan cuenta de la tristeza, pero casi nunca pueden identificar lo que es, cuál es su causa o incluso si será tristeza, para ellos quizás sea un vacío inútil, que perciben en algunas de las cosas que ellos hacen. La hacen a un lado cuando andan de aquí para allá todo el tiempo, ocupándose y siempre charlando con un amigo o siempre haciendo una cita, para evitar tan siquiera un momento de reflexión silenciosa sobre su vida y su propósito verdadero.


A pesar de sus mejores esfuerzos para tratar de ignorarla, son infestados por la tristeza, son infestados por un sentido de vacuidad aguda y establecida. Esto se debe a que el hombre fue creado por una razón, Dios. Desde que el hombre es creado por Dios, el o ella solo pueden satisfacerse en Él, las riquezas, delicias terrenales, placeres sensuales, nunca pueden y nunca podrán traer al hombre a la felicidad verdadera. Algunas de las gentes más ricas aún siguen jugando a la lotería, aquellos que se entregan a la lujuria y a los placeres sensuales siempre quieren más.

La verdadera depresión clínica, a diferencia de una reflexión seria y grave en los tristes acontecimientos, es sin duda alguna resultado de la pereza, en otras palabras, la verdadera depresión resulta de una pereza espiritual. La depresión es sin duda alguna una conciencia cargada. Una persona deprimida es alguien que reconoce que debería de hacer más para servir y agradar a Dios, reconoce que debe hacer más espiritualidad pero tiene miedo de hacer el esfuerzo.

La verdad es que no es tal difícil, si se hace desde un comienzo, y cuando se hace, uno puede desvanecer por completo la tristeza con la fe verdadera y con la alegría, sentido y el propósito verdadero de la vida.

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