Monasterio
de la sagrada familia (vaticanocatolico.com)
La
tristeza es sentir el vacío e insensatez de algo de la vida, pero
que no es capaz de identificar el por qué. La tristeza es una
esperanza no realizada, es una meta no cumplida. La tristeza es la
idea de nunca volver a ver más a alguien. La tristeza es el esfuerzo
que se vuelve inútil, es pensar que la buena conducta en realidad no
importa. La tristeza es estar en el aeropuerto y ver a toda la gente
distinta, yendo todas ellas a sus caminos distintos, pensando que
estas son gentes que nunca las ha visto antes y probablemente nunca
las verá otra vez, dándose cuenta de lo vacío de sus vidas, la
naturaleza cíclica de sus ocupaciones inútiles, reconociendo qué
rápido, qué efímero, qué de breve vida son todos los viajes y
todos los paseos de avión y todos los turismos.
La
tristeza es preguntarse ¿cuándo llegará el cumplimiento? ¿esto es
todo? ¿o acaso debo siempre estar planeando, trabajando o
preparándome por algo mejor?
La
tristeza es estar en una reunión familiar, y ver qué rápido pasan
los años, es recordar aquellas memorias del pasado, tales como
ciertas alegrías de la juventud, que ya nunca serán recuperadas o
experimentadas; es descubrir que los años pasados parecen una vida
diferente. Las personas dicen que la depresión aumenta cerca de la
temporada de Navidad y en las reuniones familiares, eso se debe a que
solo por esos días, esas personas que son cercanas a usted, están
todas reunidas en un solo lugar. Cuando eso pasa, trae con ello una
realización profunda del hecho de que se hace la misma cosa año
tras año, las mismas risas pasajeras, y nunca llegan a un fin o a un
cumplimiento.
La
tristeza es darse cuenta de que el mundo nunca está feliz o
satisfecho, sino que solo está distraído continuamente, al estar
mirando lo que está por venir o reflexionando en lo que ya ha
pasado. Poco después de que alguien termina de hacer algo, siempre
se pone a mirar la próxima vez. El mundo nunca puede descansar en un
estado pleno y contento de cualquier cosa, si alguien gana el
campeonato debe ganar otro, si alguien gana una medalla de oro debe
ganar otra, si alguien hace mucho dinero debe hacer más, si alguien
gana una elección debe iniciar campañas y prepararse para la
siguiente, si alguien logra un éxito o excelencia debe mantenerla,
no puede descansar satisfecho. Se dice de Alejandro magno que durante
su época había conquistado todo lo que él conocía ser el mundo, y
que “cuando Alejandro vio la extensión de su dominio, lloró
porque ya no había más mundos que conquistar”.
La
tristeza es absolutamente el pensamiento de que alguien estará
perdido para siempre en el mar, para siempre y siempre. La mayoría
de la humanidad está infestada con la tristeza, de una manera u
otra, pero ellos la distraen temporalmente cada día; lo hacen en que
escuchan música continuamente, donde no se les permite ni siquiera
un momento para pensar o reflexionar sobre lo que es importante y lo
que perdura. Ellos se dan cuenta de la tristeza, pero casi nunca
pueden identificar lo que es, cuál es su causa o incluso si será
tristeza, para ellos quizás sea un vacío inútil, que perciben en
algunas de las cosas que ellos hacen. La hacen a un lado cuando andan
de aquí para allá todo el tiempo, ocupándose y siempre charlando
con un amigo o siempre haciendo una cita, para evitar tan siquiera un
momento de reflexión silenciosa sobre su vida y su propósito
verdadero.
A
pesar de sus mejores esfuerzos para tratar de ignorarla, son
infestados por la tristeza, son infestados por un sentido de vacuidad
aguda y establecida. Esto se debe a que el hombre fue creado por una
razón, Dios. Desde que el hombre es creado por Dios, el o ella solo
pueden satisfacerse en Él, las riquezas, delicias terrenales,
placeres sensuales, nunca pueden y nunca podrán traer al hombre a la
felicidad verdadera. Algunas de las gentes más ricas aún siguen
jugando a la lotería, aquellos que se entregan a la lujuria y a los
placeres sensuales siempre quieren más.
La
verdadera depresión clínica, a diferencia de una reflexión seria y
grave en los tristes acontecimientos, es sin duda alguna resultado de
la pereza, en otras palabras, la verdadera depresión resulta de una
pereza espiritual. La depresión es sin duda alguna una conciencia
cargada. Una persona deprimida es alguien que reconoce que debería
de hacer más para servir y agradar a Dios, reconoce que debe hacer
más espiritualidad pero tiene miedo de hacer el esfuerzo.
La
verdad es que no es tal difícil, si se hace desde un comienzo, y
cuando se hace, uno puede desvanecer por completo la tristeza con la
fe verdadera y con la alegría, sentido y el propósito verdadero de
la vida.
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