Para
que se cumpliese esa predicción, Dios se sirvió de un medio que no parecía tener
ninguna relación con este objeto, a saber: la orden dada por el emperador
Augusto de que todos los súbditos del imperio romano se empadronasen en el
lugar de donde eran originarios. María y José como descendientes que eran de David,
estaban obligados a ir a Belén. No ignoraba Jesús en qué lugar debía nacer y
así inspira a sus padres que se entreguen a la Providencia, y que de esta
manera concurran a la ejecución de sus designios.
Almas
interiores, observad este manejo del Divino niño, porque es el más importante
de la vida espiritual: aprended que el que se haya entregado a Dios ya no ha de
pertenecer a sí mismo, ni ha de querer sino lo que Dios quiera para él.
(Tomado
de: Novena tradicional de Navidad).
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